Nacemos enfrentando dureza, dolor y necesidades, por lo que naturalmente buscamos alivio, librándonos de esas cargas,
hallando felicidad.
Ser feliz, al igual que amar y desear, es un acto individual, personal y no existe una fórmula universal que aplique de la misma manera a todos, lo que nos lleva a considerar que, la búsqueda de la felicidad es un acto que involucra egoísmo1, entonces cada elección conducente a "encontrar" nuestra felicidad tiene la capacidad de afectar nuestro entorno y las personas que nos rodean. Lo que nos lleva a preguntarnos sí esa búsqueda debería estar sujeta a consideraciones de legitimidad, es decir, observando principios de equidad y justicia.
¿Es injusta cuando su logro es a costa de
la infelicidad de otros?
¿Es inequitativa cuando no aceptamos la felicidad de otros?
[1] DRAE: Del lat. ego 'yo' e -ismo.: 1. m. Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás.
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